Uno de los aspectos más difíciles de conocer sobre los españoles que murieron deportados en los campos de extermino nazis es dónde y de que forma concreta dejaron este mundo. La mayoría de los descendientes de aquellas personas han conocido, más tarde o más temprano, el triste final de su familiar, pero es muy extraño que conozcan los detalles de cómo fueron sus últimas horas y en qué circunstancias dejó este mundo. Por eso, el descubrimiento que ha hecho el historiador y compañero de investigación Antonio Muñoz sobre las horas finales del deportado de l’Hospitalet Emilio Zafón tiene un valor inestimable.
Muñoz ha encontrado recientemente en un boletín de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos el testimonio de una persona que estuvo al lado de Zafón en las horas finales de su vida, y años después lo dejó por escrito en esa publicación. Concretamente, el artículo corresponde a un boletín de 1971. Estas publicaciones de las agrupaciones de exiliados españoles dispersos por el mundo se fueron acumulando con los años y hoy son una fuente inagotable de datos y recuerdos de testigos que, en muchos casos, ya no están en este mundo. Lo malo es que las colecciones están dispersas por medio mundo, en especial España, Francia y América Latina, y consultarlos a veces resulta complejo.
El artículo encontrado por Antonio Muñoz lo firma un ex prisionero de los campos de Neuengamme y Ravensbruk, E.B., cuya matrícula de deportado, el 31.342, nos lleva hasta Ernest Baulo, un resistente detenido en Rennes en marzo de 1944. Allí había conocido a Zafón, de quien destacaba su carácter amable y su faceta de excelente jugador de ajedrez. Debieron ser deportados en el mismo convoy hasta Neuengamme, en mayo de 1944 puesto que en el artículo también hace referencia a los meses que pasaron en ese campo, y en concreto «al coraje que siempre Emilio había mostrado». Además, el número de la matrícula de Zafón es el 31.340, lo que parecería indicar que debieron ser fichados uno al lado del otro prácticamente.
El texto del artículo explica que los prisioneros del campo fueron evacuados precipitadamente por los alemanes poco antes de la liberación de la zona por los aliados. La evacuación hacia otro campo, Ravensbruk, se hizo en un convoy ferroviario con vagones descubiertos durante siete días y siete noches con frío y lluvia. Entre los tres mil deportados, hubo 700 bajas. «Completamente agotado, transformado ya en cadáver físicamente antes de exalar su último suspiro, Zafón nos abandonaba, lejos de los suyos, que tanto deseaba volver a ver, y lejos de su país y de su Hospitalet. El nazismo nos lo arrebató quince días antes de nuestra liberación».
Este descubrimiento se añade a la mucha información que ya sabemos del caso de Emilio Zafón gracias a la publicación de su hijo, Joan Zafón, tras una investigación de varios años plasmada en el libro El reloj de Neuengamme. Sin embargo, Joan Zafón confesaba entonces que pese a todo no había podido obtener ninguna certificación exacta sobre la muerte de su padre. La lástima es que Joan murió hace unos años y no ha llegado a tiempo de conocer estos nuevos datos. Seguro que le hubiera gustado completar ese último cabo suelto. Tal vez recuerden la historia porque Joan consiguió recuperar el reloj de su padre (en la foto) gracias a la Cruz Roja, un reloj que los nazis guardaron escrupulosamente catalogado junto a las pertenencias de otros muchos deportados de este campo de Neuengamme y que aun hoy están recuperando los descendientes. Compruebo que el reloj de Ernest Baulo, el superviviente que escribió el artículo del boletín de la FEDIP, todavía hoy sigue a la espera de su devolución.
EDITADO: Por lo que veo, pocos meses después de escribir esta entrada, la familia de Ernest Baulo recogió las pertenencias que albergaba el archivo de la Cruz Roja en Bad Arolsen, tal y como se lee en el enlace anterior.